Lic. Angel Manuel López
05 de mayo 2025
“¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre para ser un hombre?” —Bob Dylan
Conocí a Wellington hace más de veinte años, en casa de mi madre, en El Guayo, el barrio de Nagua donde yo me crié. Él fue a mi casa, se tomó un café conmigo, saludó a mi madre y a mis hermanos, y me contó sobre sus sueños de impulsar una nueva visión al frente de la Juventud Revolucionaria. No me habló mal de nadie, no restó méritos a nadie. Solo me habló de algo diferente: de construir una nueva forma de hacer política. Y yo le contesté: “Si no es hoy, ¿cuándo?”. No hubo que abundar más. Yo lo acompañé, junto a otros, por todo el país, y tiempo después tuve el privilegio de presentarlo como el nuevo presidente de la JRD, en el hotel Lina de Santo Domingo.
Es poco probable que alguien de la nueva generación conozca cada rincón del país como lo conoce él. Es capaz de mencionar, sin fallar, cada distrito, el nombre de cada líder municipal o provincial. Conoce cada camino difícil de la patria y puede mencionar los nombres de los dirigentes del interior como nosotros somos capaces de recitar el Padrenuestro. Su carrera política ha ido en ascenso, como el sol de la mañana que va en aumento hasta que el día se hace perfecto. Su paso por el Congreso lo catapultó como uno de los líderes jóvenes con más visión de Estado y mayor proyección hacia el futuro. Su liderazgo no es producto del neuromárketing; es, más bien, el fruto de un proceso paulatino, multietápico, en el que fue forjado como líder y fue construyendo una estructura política cuya fuerza actual ha asombrado a muchos.
Durante más de veinte años se preocupó por el partido, por sus candidatos, por todos los jóvenes que tenían aspiraciones en los pueblos, por hacer crecer sus carreras y fortalecerlas como si fueran suyas. Porque, así como el sol no brilla para sí mismo ni el río bebe sus propias aguas, el verdadero líder siempre piensa en los demás. Y trabajando para otros líderes, construyó un liderazgo de infantería —no aéreo— que le permitió establecer vínculos indestructibles de lealtad y adhesión con miles de dirigentes en cada rincón del país. Aquellos jóvenes que él orientó, apoyó e impulsó durante más de dos décadas hoy son diputados, senadores, alcaldes, regidores, empresarios, líderes comunitarios… y son la estructura formidable sobre la cual se fundamenta su proyecto.
Wellington construyó su marca política mediante un proceso dilatado: todo a su tiempo, paso a paso, ladrillo a ladrillo. Y ese tipo de construcciones son muy difíciles de derribar, porque están cimentadas sobre la roca firme de la trayectoria, no sobre las arenas movedizas del márketing y la propaganda superflua.
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora —dice la Biblia—. Este es el tiempo de Wellington, porque todo así lo indica: tiene trayectoria, tiene preparación, tiene experiencia de Estado, tiene fuerza moral, tiene visión, conoce al partido y conoce a la sociedad dominicana y su realidad. Es el político más trabajador que he visto en mi vida: es una máquina de trabajo. Pero, sobre todo, en él se encierran valores humanos sin los cuales la política no tiene sentido.
Cuando la estructura de Wellington, a lo interno del partido, se movilice, las fichas en el tablero del ajedrez se pondrán en su lugar y cada jugada irá marcando el camino hacia su consolidación como el candidato del PRM y el sustituto de Luis Abinader en el Palacio Nacional.
Wellington es la prueba irrefutable de que, si el individuo se planta indómito en sus instintos y allí permanece, el mundo inmenso vendrá a él. Porque, como dice Maxwell: “No es producto de un evento, sino de un proceso.”
Por : Ángel Manuel López González.
Comunicador y Político.
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